Si en Macondo hablan de Perú, definitivamente un libro de cabecera para su biblioteca sería «Los herederos de Fujimori» (Debate, 2022), libro que acaba de publicar Penguin Random House como continuación al best seller «El último dictador» (Debate, 2021). Si el primer libro era un relato de la década de los noventa, este secuela recupera la memoria de lo que fueron los últimos veinte años en nuestro país rastreando el legado político y familiar que dejó a nuestro país Alberto Fujimori. Sobre esto y más conversamos con José Alejandro Godoy, autor de ambos libros.
¿En qué momento surge la necesidad de escribir Los herederos de Fujimori? ¿lo tenías planeado mientras escribías El último dictador?
En realidad, iba a ser un solo libro sobre Alberto, Keiko y Kenji Fujimori… ese era el plan original. Hasta que, cuando ya tenía escritas 300 páginas de El último dictador, mi novia me recomendó partir el libro en dos. Conversé con la editorial y quedamos en dejar Los herederos… como una continuación. De hecho, ustedes llegaron a El último dictador y ahí, al final, pusimos expresamente que se vendría una segunda parte. Así que sí, era algo que ya estaba planeado. Claro, terminó siendo un proceso más ambicioso porque no solo abarca la historia de los Fujimori post-2000, sino que para poder contar adecuadamente esta historia teníamos que apelar a lo que había ocurrido con los gobiernos que van desde Valentín Paniagua hasta la elección de Pedro Castillo. Para poder explicar tres derrotas electorales de Keiko, para poder explicar por qué el fujimorismo pasa de ser paria a tener una suerte de licencia clara como un actor político válido dentro de la política nacional había que contar también toda esa historia. Por eso es que el libro ha resultado ser un poco más grande y tiene tres líneas argumentales en general.
¿Por qué crees que esa herencia que acusas a los gobiernos posteriores a Fujimori no fue desechada?
Con las excepciones de Valentín Paniagua y Francisco Sagasti, tanto por sus cualidades personales como por el hecho que eran gobiernos pensados en ser transitorios. Los demás gobiernos, Toledo, García -sobre todo García-, Humala, PPK, Vizcarra… podrías preguntarnos si también Castillo -que es algo en lo que me enfoco al final del libro- tienen un estilo que los emparenta en herencia, porque [si bien] hay cosas que cambian, otras que no.

¿Qué no cambia? La Constitución, más allá de algunas modificaciones puntuales. La matriz económica no es solo el modelo económico sino la forma de hacer capitalismo en el Perú, que es un capitalismo de amigos, un capitalismo de patas mucho más mercantilista. La forma de acercamiento a los sectores populares para ganar una elección… el estilo del baile, el uso de jingles pegajosos… si bien El Baile del Chino sigue siendo el jingle más pegajoso en los últimos treinta años en términos políticos, comienzan a surgir personajes que quieren adquirir este tipo de cuestiones y además, obviamente, el tema de la corrupción, de Lavajato que es un caso que atraviesa todo el libro, o casos particulares que aparecen en cada gobierno… y una cierta ambigüedad frente al tema de los derechos humanos. Toledo le da apoyo a la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, lo mismo pasa con Paniagua… García sí tiene un discurso mucho más fujimorista, contra las ONG de derechos humanos, contra los ambientalistas. Humala ha tenido investigaciones contra posibles vulneraciones a los derechos humanos cuando él era militar en actividad. Con PPK y Vizcarra, básicamente, el tema no estaba dentro de sus prioridades.
Entonces, hay algunas líneas de continuidad de estos gobernantes… además son gobernantes que, en términos generales, son súper conservadores en lo valórico, a pesar que pueden tener algunas inconductas personales, a lo Toledo, y saldrían de ese marco, pero tratan de meterse con la imagen de la familia feliz, de los buenos padres de familia -hasta donde pueden- y no avanzan en agendas de género o de la comunidad LGTBI, salvo en algunas cosas sueltas. Entonces, de alguna u otra forma, hay algo que emparenta a estos presidentes con los noventa, y obviamente hay algo que emparenta, no sólo en términos familiares, sino políticos, a Keiko y a Kenji Fujimori en esta historia.
En El Último Dictador, me imagino, ya existía un esfuerzo bibliográfico tremendo. ¿Hasta qué punto Los herederos de Fujimori ha significado el mismo esfuerzo? ¿facilitó la tarea la digitalización de un sector de la prensa la recolección de información?
Es un reto distinto. Cuando tienes un personaje como Alberto Fujimori, del cual se han escrito muchas cosas desde distintos ángulos, tienes la facilidad de que exista material impreso fuerte. De hecho, en la Feria se presentó un nuevo libro sobre Fujimori. José Ragas, historiador de profesión, ha tenido algunos énfasis un poco distintos a los que yo planteé en el libro y ha utilizado El Último Dictador como una de sus fuentes principales, cosa que le agradezco.
En Los herederos de Fujimori hubo un doble reto. Tú has hablado de la digitalización de las fuentes, y de hecho, yo he sido parte de la digitalización de esas fuentes, considerando que durante varios años, entre el 2005 y el 2017, yo tuve un blog que actualizaba casi a diario. Entonces eso te da una facilidad, pero al mismo tiempo, te impone un reto de selección de información. Hay cosas que te sirven para construir una narración, pero hay cosas que quedaron fuera, primero, por decisión propia, y luego cuando hicimos el trabajo de edición con Raúl Cachay, editor encargado de Penguin Random House, hay una línea argumental que simple y llanamente la volamos… que emparentaba el fútbol con la política, sobre todo con la era Gareca… pero cuando vi el resultado, era absolutamente congruente que quedase fuera, porque creo que no le aportaba precisamente al texto un valor adicional. Eso podría quedar como material para otro texto. Ese fue un primer reto.
Y claro, tienes un reto de sobreinformación de lo digital. Y esto es algo que Marco Sifuentes ha comentado cuando hizo H&H y K.O. P.P.K. Existen muchos reportajes periodísticos que en muchos casos tenían información súper valiosa, pero que en otros, no tenían información valiosa o que se guiaba más del prejuicio o de las teorías de la conspiración. Un primer trabajo es hacer esa contrastación entre fuentes. Pero así como existe una abundancia de fuentes digitales, existe una poca, en algunos casos, posibilidad de tener fuentes bibliográficas -entiéndase, libros- sobre determinados períodos.
Por ejemplo, sobre Toledo no hay un libro entero escrito en el Perú sobre el período. Digamos que Los herederos de Fujimori lo que hace es aportar a ello… y eso que hay partes que han quedado fuera. Pero encontré un texto de un académico estadounidense, Ronald Bruce St. John, Toledo’s Peru: Vision and Reality, sobre Toledo publicado en 2011, y ese texto me sirvió mucho para poder deconstruir cronológicamente con algunos datos porque el propio Toledo contribuyó a ese libro como entrevistado algunas veces. Sobre Alan García no hay ningún volumen escrito, salvo el texto de Sergio Tejada sobre los informes de la Megacomisión, que tiene que ver más con casos de corrupción, pero otros aspectos del período están tocados en libros de manera suelta… entonces ahí hay que hacer, un poco, el trabajo. Ya con los otros períodos hay un poco más, Sifuentes ha publicado libros sobre Humala y PPK, hay tres o cuatro libros sobre Vizcarra…entonces de alguna forma, los otros gobiernos ya tenían un poco más de cobertura. Keiko Fujimori ya es un personaje que ha merecido textos o algunas secciones en algunos textos, pero tampoco había uno orgánico. Y ahí hay otro reto sobre los Fujimori hijo, en semejanza con el padre, tienen la costumbre de dar entrevistas muy candentes, en momentos clave, solamente abrir aquello que quieren abrir.

Por ejemplo, para reconstruir la relación, ya terminada, entre Keiko Fujimori y Mark Vito, hay una entrevista muy valiosa de Milagros Leiva en un programa mucho más ligero en 2016, en los cuales Keiko, con pelos y señales, cuenta cómo fue ese enganche inicial en New York entre ella y Mark. Otra fuente fundamental para Kenji Fujimori fue la entrevista larga que le hizo Rosa María Palacios en Radio Santa Rosa en 2018.
El tema con las fuentes es distinto, porque son más variadas y hay que cubrir huecos de distintos lados y además, ya por decisión propia, este es un libro más político que el anterior. Porque si bien en El último dictador tenías puntos de fuga, te ibas a la cultura popular, a la televisión y demás. Aquí, más bien, este es un libro más bien político, y por momentos es un thriller político-judicial-policial.
Claro, porque podrían quedar más como accesorios que como puntos claves para la trama, como el fútbol, ¿no?
El fútbol, o la cumbia, que también se quedó fuera. Esos puntos de fuga que funcionaban tan bien en El último dictador no funcionaban tan bien en este libro. Porque aquí más bien es una historia más bien de corte político, judicial y policial. Creo que el libro funciona mejor como ese tipo de relato y al final termina teniendo, en ese sentido, una coherencia en ese sentido porque aquí vamos viendo escenas que van reconstruyendo tramos de una historia que reconocemos por retazos, y porque hemos ido conociendo esta historia de a pocos.
Por ejemplo, en el año 2017, nadie sabía que Toledo había recibido una coima por cerca de veinte millones de dólares… coima que además, por confesión del propio Marcelo Odebrecht y Jorge Barata, inicialmente eran treinta y cinco, solo que se la bajaron. Entonces tienes ahí una primera cuestión a señalar. Una segunda es que varios de los personajes calculan que van a decir. Y lo pongo la introducción… Un poco lo que me inspira es Anatomía de un instante de Javier Cercas, que es de los mejores libros escritos en castellano en los últimos veinte años, que hace de un evento, el 23-F, el intento de Golpe de Estado en España en 1981, una historia política de la transición en España.
Aquí, a partir de varios instantes, se intenta hacer una historia política del siglo XXI. Y ese es el esfuerzo que se ha hecho tomando como eje una familia que ha estado cubriendo el escenario político por treinta años en la que ya no es solamente el papá, que aquí aparece mucho menos que en El último dictador, sino también son los hijos, además de estos personajes que llegan al poder con vehículos muy parecidos a los que utiliza Alberto Fujimori en los noventa.
Dentro de esos instantes claves del período que abarca el libro, me parece que es inevitable centrarnos en la segunda vuelta de 2016 y la imposibilidad de Keiko Fujimori (y compañía) de aceptar la derrota. ¿Hasta qué punto el fujimorismo y el país siguen pagando las consecuencias de esa inmadurez política?
Coincido contigo, el punto de quiebre es el 2016. Por eso el libro apuesta a comenzar a contar la historia cuando Keiko tiene esta famosa presentación en Harvard invitada por Steven Levitsky que es un poco el inicio de la campaña. Y lo hago porque creo que allí hay un punto de quiebre. Porque ahí hay un punto en el cual ella quiso salir del padre, del legado conservador… y luego se vuelve Donald Trump, se vuelve un personaje obstaculizador que se asemeja un poco a la Reina de Corazones en Alicia en el País de las Maravillas. “Que le corten la cabeza” . Claro, no lo dice en un discurso, sino a través de un chat, un signo de los tiempos.
Esa elección en particular, la forma en cómo toman la derrota, es algo bien particular porque para ella perder le resulta una situación muy complicada, algo que ella no puede entender y algo en lo que todos en ese entorno se culpan mutuamente de lo que hicieron o lo que dejaron de hacer. Entonces resulta más fácil inventar una teoría de la conspiración en la cual Ollanta impidiendo el voto militar, el Grupo El Comercio, todos tienen la culpa, salvo Keiko Fujimori y el entorno.
De hecho, una de las cosas que no termino de descifrar en esta historia es qué lleva a Keiko Fujimori a incursionar en la política, pese a haberse alejado al fin del régimen de su padre y posteriormente, seguir persistiendo en la política. ¿Es ambición o una falsa noción de legado familiar?
Yo creo que son las dos cosas. Creo que al inicio sí es el legado… el libro arranca y ella dice que pensaba en trabajar en el sector privado y no meterse en política, pero luego las circunstancias la llevan a ello. Las circunstancias son básicamente el papá cometiendo el error de su vida regresando de Tokio pensando que llegando a Chile y de ahí a Tacna sería llevado prácticamente en hombros a Palacio de Gobierno. Y en ese contexto es que el papá le dice “mira, hija, tómate un tiempo, posterga tus planes, necesito que me representes en el Congreso”. Yo creo que todo comienza en base a ese legado. Pero luego, creo, que a Keiko le gusta.
Me parece que encuentra en esta mezcla de política chancona o todo lo que aprende del padre o de este entorno donde están Ana Vega, Jaime Yoshiyama, Pier Figari y otros personajes que van apareciendo, la noción de que el poder le gusta. Y ella, llega un momento, que lo vemos paulatinamente en el libro, donde dice “yo aquí me quedo como una suerte de heredera del padre” y queriendo en muchos casos romper con el padre sin poder romper del todo. Quizá Jorge Bruce o Max Hernández podrían hablar del complejo de Elektra o alguna interpretación psicoanalítica. Pero definitivamente hay algo irresuelto allí que es lo queda. Y tú ves la campaña del 2021 y es algo a medio camino, es un poco el legado del padre pero también la visión propia, pero también el sacarse el clavo lo que hace permanecer a esta señora como protagonista principal… pero una protagonista que mide cuando aparece, cuando saca un tweet, una carta, cuando da una entrevista, y es en ese sentido, mucho más calculadora que su padre.
Hay algo que reconocí de Keiko en el libro… y es este talento… o disciplina que tiene para en determinado momento construir lo que en su momento fue lo más cercano a un partido político sólido y disciplinado con estructura partidaria… pero también hay cierto talento en echar todo a perder.
Es cierto, Keiko Fujimori es mucho más disciplinada. Creo que el libro derrumba un mito: Keiko Fujimori no trabaja. Sí, en efecto, no trabaja en el sector privado, no tiene un empleo conocido pero ha trabajado duro para poder construir una organización política medianamente sólida que hoy en día tiene la bancada más grande del Congreso de la República, que tiene siempre chances de volver a intentar nuevas candidaturas presidenciales. Pero esa disciplina no necesariamente va acompañada de inteligencia. Tú a Keiko Fujimori la sacas de cuadro, del libreto y la señora comienza a cometer error tras error.
Ahora, más allá de lo político, también existen dos grandes actores en el libro: desde la Iglesia, con Cipriani y la prensa, quizá mejor representada por el accionar del Grupo El Comercio, que ya en su momento has investigado… ¿Qué balance haces de ambos?
Comienzo por la Iglesia. Cipriani en sí mismo es un actor político. Si bien lo vemos en algunos pasajes de El último dictador, es el período que abarca Los herederos de Fujimori donde podemos ver el esplendor de lo que quiere hacer. Un proyecto conservador clara y notoriamente, muy enfrentado con la Comisión de la Verdad, en búsqueda de la captura de la PUCP. En términos simbólicos, la disputa que tiene Cipriani con las autoridades y la comunidad universitaria de la PUCP es simbólica porque para Cipriani y todo el grupo que lo apoyó la PUCP es vista como una suerte de semillero de, lo que ellos detestan, los caviares… que es una cuestión que irá apareciendo a lo largo del libro.

Y, claro, Cipriani es alguien que va apareciendo de modo repetitivo en esta historia porque es un mentor para Keiko Fujimori y porque también es alguien que teje relaciones con muchos políticos a lo largo del período.
En el caso de la prensa… de alguna u otra forma, lo ocurrido este pasado fin de semana confirma un poco cómo siguen las tensiones al interior del Grupo El Comercio. El Comercio publicó gentilmente, y lo agradezco, un fragmento del libro, pero a las pocas horas Martha Meier Miró Quesada suelta un tweet francamente irreproducible que termina dándole mayor publicidad al libro. De alguna u otra forma eso te muestra que esas tensiones entre liberales y conservadores de las que hablaba en El Comercio y la política peruana del siglo XXI: Pugnas entre liberales y conservadores detrás de las portadas (2019) todavía siguen presentes ahí.
Por otro lado, la prensa tiene un doble rol en esta historia… primero porque mucho del insumo de este libro son informes y libros periodísticos. Creo que sin el importante trabajo de un sector de la prensa este libro no hubiera sido posible. Pero del otro lado, como lo has manifestado, este es un libro donde la prensa aparece como un actor político, un actor que a veces se partidariza, que a veces calcula posturas y en medio de esos vacíos, lo que se hace desde el mundo digital, primero a través de blogs luego a través de unidades de investigación mucho más armadas, termina un poco llenando vacíos e ingresando algunos aspectos que la prensa más tradicional no ha querido o no ha podido abordar. Entonces de alguna u otra forma ese contrapunto también está presente tanto en términos de fuentes como en términos de relato en Los Herederos de Fujimori.
Ahora… la prensa como actor político no es necesariamente algo malo. Solo que cuando la posición no es consecuente, aparece más como cálculo que como convicción. Pero quisiera detenerme en quizá, un gran actor político que es transversal a tus dos libros, Alan García. En El último dictador, fue quien ayudó a consolidar su figura, y en este libro, es quien ayuda a consolidar su legado. ¿Qué rol juega García en este libro?
Siento que Alan García, por momentos, tiende a robarse el libro porque es un personaje tan rico que atraviesa buena parte del texto. García tiene muchas cosas interesantes en este libro. Primero porque es un personaje que regresa, y un comeback siempre es atractivo en términos de narración, sobre todo después de haber hecho el primer gobierno desastroso que hizo. Era un regreso casi imposible, digno de una telenovela o de una novela política el hecho de que un personaje que hizo tremendo daño al país, que algunos llamaran a su primer gobierno “El Apocalipsis”, regrese a gobernar de forma contraria en algunos aspectos, a cómo lo hizo en el primer gobierno.
Además, García es, fue un animal político y es alguien que efectivamente tiene un esplendor de su poder… y lo despliega mucho sobre todo su segundo gobierno. Es un segundo gobierno donde lo vemos tratando de dominar la escena, tratando de colocar sentidos comunes, y en muchos casos lo logra hacer. Creo que García en varios momentos, más que Cipriani, se convierte en el gran Papa de la política peruana.

Y luego, en los otros capítulos del libro, lo vemos huyendo todo el tiempo de las acusaciones y es una constante muy hacia delante, desde poner chapas, como la “relación conyugal”, desde las maniobras judiciales para parar la Megacomisión, la posibilidad de asilarse políticamente en Uruguay hasta el trágico final. Entonces, claro, con eso en varios momentos creo que se roba el libro y es probablemente, de todos los presidentes, el más heredero de Fujimori en estilo, en alianzas -se lleva a muchos empresarios que en los noventa, habían aplaudido a rabiar a los Fujimori- tiene muy cercana a gente como Alex Kouri o Giampetri, que también fueron cercanos a Fujimori… Kouri es un secundario muy fuerte en la parte final de El último dictador y vuelve a aparecer en este libro, y tienes también el discurso de García en materia de derechos fundamentales, pueblos indígenas o su relación con la CIDH, en tener como enemigo común lo que él también denomina ‘caviares’ deja la sensación de que el segundo gobierno de García es un poco lo que pudo ser cualquier gobierno fujimorista. Por eso es que creo que él tiene un rol central en este libro.
García va a tener, obviamente, dentro de la historia del Perú contemporáneo un rol importante. Es una persona que ha gobernado diez años, que ha presente en la primera fila de la política peruana cuarenta años, no es cualquier persona. Por eso en varios pasajes del libro, García de alguna u otra manera, pasa de ser secundario a principal.
La figura del Papa conservador de la política peruana es muy acertada… pero quisiera detenerme en lo que señalaste, García comparado con el resto del elenco, García es quizá el último gran animal político que pudo sortear mejor las situaciones que afrontaron sus contemporáneos. Claro que habría que explicar que el que sea un gran animal político no lo convierte en un buen político, ¿no?
Creo que de Toledo, de todas maneras. Toledo queda en esta imagen de personaje frívolo y que la frivolidad lo termina perdiendo al igual que ese sentido más pícaro. Gustavo Gorriti decía en algún momento que Toledo pudo haber sido, por rasgos étnicos, por origen y por estudios, quizá algo parecido a lo que fue Benito Juárez en México, pero él decidió corromperse de modo muy rápido en la Presidencia.
Pero creo que el otro gran personaje político es Vizcarra. Porque con Vacunagate, con acusaciones de corrupción que se presentan en el libro que tienen indicios claros y notorios, el tipo sigue sobreviviendo, con Bebito Fiu Fiu de por medio. Vizcarra es alguien que tiene una cierta habilidad política. No en vano Vizcarra vino del APRA, su padre fue aprista, constituyente en el 78’, igual que García. Pero también incorpora este elemento de sobrevivencia del político fuera de Lima, y eso es lo que lo distingue. Vizcarra tiene muy claro que una de las cosas que tiene que tener un Gobernador Regional es que normalmente lo van a querer vacar o sacar. Creo que lo ves súper claro cuando llegó a la Presidencia… y él calcula muy bien sus pasos.

El apelativo de Lagarto, que lo tienen mucho más presentes los detractores de Vizcarra, acierta un poco en que el lagarto tiene sangre fría. Y Vizcarra, te das cuenta en algunos pasajes, decide no mostrar sus cartas de modo tan abierto. Es alguien que te va a sorprender, incluso cuando dice “yo no voy a pelear la vacancia”. Entonces el otro personaje político que se va construyendo es Vizcarra… ahora obviamente García tiene cuarenta años de experiencia. Pero en medio de este mar de políticos improvisados, personas que caen en la política por distintos motivos, Vizcarra termina siendo… -ahora, al igual que con García esto no lo convierte en un buen político y de hecho en el libro hay muchas críticas a su gestión- un sobreviviente. El hecho de que todavía hayan personas que piensen en Vizcarra como opción política tiene mucho que ver con las cosas que se cuentan en el libro.
Otro instante clave del período post-2016 es la negativa de Vizcarra post-disolución del Congreso de no aliarse con alguna fuerza política para las elecciones complementarias. ¿Crees que eso finalmente sella su caída?
Sí, pero además creo que esta historia en general tiene un conjunto de entornos muy precarios. Toledo llega con un partido de gente leal que luego lo va dejando, abandonando y se acaba apoyando en los amigos. Todas esas anécdotas con Maiman, como la cena en Brisas del Titicaca mientras Kuczynski está dando un mensaje al Congreso, te dicen mucho de Toledo. Lo mismo con García, que es un animal político, pero cada vez se va encerrando mucho más y comienza a cometer más errores. La historia de Humala es básicamente la historia de alguien que se va deshaciendo de toda la gente que le fue leal y solo se queda con Nadine, como es ahora. Con Kuczynski pasa casi lo mismo, es un entorno que va deteriorándose cada vez más rápido y lo que detona la caída de Vizcarra el que pierde a este entorno de confianza llamado ‘la muralla moqueguana’ en medio de este escándalo chambón y absolutamente peruano de Richard Swing. Solamente en un país latinoamericano un cantante de poco talento haciendo consultorías para el Ministerio de Cultura genera la detonación final de las broncas existentes en el entorno de Vizcarra. Entonces es una historia, también, de esos entornos chiquitos que hacen que nuestros Presidentes cometan yerro tras yerro, que también va sucediendo con Castillo, como estamos viendo.
Claro… pienso también en cómo al final de El Último Dictador, las élites que acompañan a Fujimori no caen y entra una suerte de “nueva generación” con la restauración de la democracia y en este libro, vemos el deterioro de estos elementos pero no acompañado de una renovación de por medio. ¿Quiénes son las nuevas generaciones en Los herederos de Fujimori?
Es que no hay, ¿no? Tú ves a García, un tapón en el APRA, y en algún momento ves a Del Castillo como sucesor pero se embarra con los petroaudios, a Mulder pero no lo quiere, en otro momento ves a Javier Barreda como opción, pero termina peleándose con García y luego muere… y luego los que vienen después, los treintones del APRA, ahora cuarentones, terminan básicamente convirtiéndose en aúlico de García, personas que se dedican a replicar los insultos y a twittear, no a construir una agrupación política.

Tú preguntas dónde están las nuevas generaciones. Veamos un poco lo que pasó hace algunos meses con tres personajes de los que podríamos decir forman parte de una nueva generación política. Rosangela Barbarán, Sigrid Bazán y Alejandro Cavero. En un momento álgido, que coincide cuando Castillo nos manda a todos a nuestras casas por el 5 de abril, ¿qué hacían los tres señores? Estaban en el Taj Mahal tomándose fotos. Luego tienes críticas muy fundamentadas a las posiciones de los tres como políticos más allá de esa anécdota. Barbarán nombrada como Presidenta de la Comisión de Economía,cuando es muy evidente que muchas luces económicas no tiene, Bazán nombrada como Presidenta de la Comisión de Trabajo cuando también es muy evidente que ella tiende a estar muy de un lado que de otro, y se le podría hacer la misma crítica a alguien del otro lado, de hecho. Y la actuación de Cavero como congresista a mí me parece lamentable en muchos sentidos. Desde cómo entiende él la palabra libertad hasta obviamente el ocultamiento rochoso, absurdo, canalla de las responsabilidades de Manuel Merino, Ántero Florez Aráoz y otros en las manifestaciones de noviembre de 2020.
Entonces cuando tú me preguntas por la renovación de la política, echémonos a buscar porque todo lo que hay es mediocre, chato, de poco nivel, de pocas luces. No hay una generación de gente formada para hacer política no solo en el sentido de búsqueda del bien común, sino que incluso, después de que estas personas ejerzan la presidencia, lo que te queda es más bien una desolación del Estado que va desde Castillo nombrando a sus amigotes y paisanos hasta el fujimorismo metiéndose a su gente en el Congreso con total descaro y total impunidad.
Ahora… el libro va recogiendo estas falsas promesas de renovación que van desde el polo blanco de Humala o el García pro-mercado hasta el Partido Morado que culminan en lo que me pareció una decisión arriesgada, que es la inclusión de Castillo dentro del relato. ¿Por qué decides incluirlo en el libro?
Creo que el deterioro es tan rápido y los signos de herencia son tan descarados que no incluirlo hubiera sido un error. No colocar a Castillo en el colofón del libro hubiera sido una falta de mi parte. Creo que Castillo ha hecho todos los méritos suficientes para entrar en la lista de herederos de Fujimori, no solo por la precariedad política o la precariedad en el manejo del Estado, sino por los niveles de corrupción… no tanto por el monto, porque comparado con los demás, el monto es bajo, irrisorio.. pero sí con esta noción de asalto del Estado prácticamente desde el día uno del Gobierno. Cuando tú ves eso, no puedes dejar de hablar del personaje. Y claro, porque llega como Fujimori, además, en esta representación de “un Presidente como tú”. No hay que olvidar que Castillo representa también a sectores informales que buscan estas agendas súper particulares con estos comportamientos de sacarle la vuelta a la norma, favores para el paisano, y con estas líneas éticas súper difusas. Una cosa es hacerlo como en el caso de García o Kuczynski, de gente más o menos conocida, ‘gentita’ si quieres, y otra es hacerlo con el Club Departamental Cajamarca.
Y claro, lo que ha ocurrido con nuestras élites es que de un lado ven a Castillo de un modo muy contemplativo en esta fábula del buen salvaje detrás y hay que perdonarle todo porque es un hombre de campo, un hombre de pueblo, deificando la palabra ‘pueblo’ además, cuando el pueblo, y varias muestras nos ha dado Fujimori, no es tan inocente como se podría pensar. Por otro lado, es la demonización, el racismo, el clasismo detrás. Y claro, tienes un Presidente que se comporta como muchos de sus pares, muchos de sus colegas. El problema está en que hay una situación complicada que impide hacer un juicio de valor para muchos de modo más certero, redondo, precisamente porque o pesa esta mirada de conmiseración o la de demonización absoluta y humillación. Porque creo que a Castillo hay un sector de nuestra opinión pública y nuestras élites que no busca sacarlo, busca humillarlo antes que sacarlo. Y esto juega a favor de Castillo porque frente a una oposición como esa, probablemente lo que vas a generar es una mayor adhesión de ese veinte, treinta y cinco por ciento que todavía le brinda su respaldo antes que empujar a un importante sector que tampoco está con ese sector que gritaba ‘fraude’ desde el día uno y movilizarse a favor de su salida. Entonces, heredero de Fujimori es, clara y notoriamente.
Algo que rescato del libro es que deja claro que el período actual es heredero de Fujimori y sus sucesores políticos. Y claro, vivimos actualmente un período de deterioro general que ha venido ocurriendo los últimos -por lo menos- veinte años que resulta más fácil agarrar el gobierno de Castillo como chivo expiatorio para explicar todos nuestros males antes que repasar todo lo acontecido y señalar responsabilidades.
Y es la razón por la cual llegamos aquí. Este es un libro que ayuda a entender muy claramente porque estamos como estamos, en una situación con un Presidente precario, un Congreso precario, una ciudadanía harta y apática. Entonces lo que intenta hacer Los Herederos de Fujimori es contar la historia en torno a estas dudas.
Tu libro cierra, igual, en una nota más esperanzadora de que si bien esta es la historia de lo que ha acontecido hasta ahora, la que se está escribiendo ahora está en nuestras manos.
Creo que el libro no puede terminar…
Deprimiéndote…
Claro, deprimiéndote. Pero lo que busca efectivamente es llamar a la que la gente esté mucho más atenta e involucrada en general. Entonces no podía acabar el libro siendo un libro totalmente desesperanzado.
¿Y qué otros proyectos vienen para ti?
Hay dos o tres ideas dando vueltas en mi cabeza pero es cuestión de ver cuál es más viable. Por ahora no puedo contar nada más.
Quizá el siguiente reto es superar la extensión de Los herederos…
Vamos a ver. Yo espero hacer algo un poquito más corto. Un poquito más… Pero sí de alguna u otra manera, vamos a ver cuál de los proyectos termina ganándose el espacio y ganándome las ganas de finalmente hacerlo.